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Liceo Andres Bello A-94

XXXV Feria Nacional Científica Juvenil

Aunque nuestro Liceo obtuvo el cuarto lugar compartido, no obtuvo la mención honrosa, su proyecto el tangenciómetro de Sebastián Pérez (3ºA), Felipe Pérez (4ºA) y Álvaro Rojas (4ºA) (todos pertenecientes en el Taller de Física del Profesor Carlos Peralta M.), apareció el dia lunes 25 de Octubre en la portada de El Mercurio.


Jóvenes alumbraron Quinta Normal
Finalizó gran feria científica en el Museo de Historia Natural.
Lilian Duery A.

Lunes, 25 Octubre 2004


El esqueleto de la ballena que descansa en el primer piso del Museo de Historia Natural estaba rodeado de algarabía con cientos de escolares provenientes de diversas regiones de Chile. Al costado de este inmenso cetáceo, stands llenos de experimentos e inventos exponían 52 entretenidos trabajos científicos.

Con estos activos participantes finalizó el sábado la Feria Científica Juvenil, en medio de los imponentes jardines y la laguna del parque Quinta Normal, evento organizado junto a la Fundación Gabriel y Mary Mustakis.
Los jóvenes autores, con sus profesores merodeando por allí, explicaron con serenidad y entusiasmo sus logros. Pero cuando el reloj marcó la hora de almuerzo, malhumorados guardias del antiguo edificio amonestaban a la concurrencia para el pronto de-salojo del lugar.

Ellos cuentan pese a su edad, a Jairo Valenzuela (17) y Fabián Lucero (16), del colegio Shirayuri, La Florida, no les guta el heavy metal. Y se encargaron de demostrar científicamente su poco fervor por esta música. Comprobaron que las plantas que "escuchaban" a Mozart o Bethoveen tenían raíces, tallos y hojas más grandes en comparación a las expuestas a la música moderna o al simple ruido basal del ambiente.

Repitieron el ensayo cinco horas diarias por 30 días. "Los estomas, poros del follaje, que se abren más con los viejos compositores, absorben más agua, nutrientes y gases", explicaron.
Otros jóvenes parecían vendedores callejeros promoviendo el frasco que contenía un hongo capaz de digerir la lignina del pino, componente de la madera. Javier Tapia (18), Pablo Villalobos y Yasser Gidi (17), del Instituto Linares, mostraban que las plantas que crecían en aserrín sin lignina lo hacían mejor. "Con este trabajo nos sacamos el segundo lugar en una feria científica de Talca y ahora recorrimos 300 kilómetros para mostrarlo otra vez", dijo orgulloso Javier Tapia, el más revoltoso.
Las niñas, como siempre más preocupadas de las cosas, no sabían qué hacer para que sus cactus no se estropearan por la falta de viento y humedad.

Camila Fuentes (17) y Nicol Pereira (6), del Liceo Diego de Almeyda, El Salvador, enseñaban que la Copiapó atacamanis, una especie autóctona que vive sólo en Chañaral y Antofagasta, demanda esas condiciones ambientales y rocas en el suelo para fijar sus raíces. "Averiguamos en la exploración que los caminos entre esas ciudades destruyeron esta cactácea, antes del crecimiento", destaca Camila Fuentes.

Andrea Abbá (17) e Isabel Luarte (17), del Colegio República del Brasil, Concepción, están muy familiarizadas con las proyecciones de la biotecnología. Hace tiempo que se fascinaron al saber cómo una primitiva bacteria (cianobacteria) puede descontaminar las aguas del petróleo dejado por las industrias y los barcos.
"Ellas, que se alimentan de hidrocarburos, limpian estos residuos arrojados a las aguas dulces", señala Andrea Abbá.

Los mecánicos
El grupo más "entrador y conversador" lo constituían José Arancibia (15), Mario Morales (15) y Roberto Cáceres (14), del Liceo Ignacio Domeyko, Santiago. El otro integrante era "Nachito", el robot fabricado por ellos "para tratar de educar a otros más chicos y que conozcan cómo funcionan los circuitos eléctricos y las partes mecánicas de un sistema cualquiera".
"Nachito", aunque un poco destartalado, funciona con energía solar, camina, gira la cabeza y mueve su única mano para asir objetos. "Usamos sólo materiales reciclables, como una tetera", cuenta Mario Morales, el más fornido y risueño.

En un rincón, algo tímido, estaba Jonathan Jara (16), del mismo colegio, con un robot algo más encachado. Tan aparatoso era este "Engendro", su nombre, que aún no tenía funciones definidas. Era programable.
Eran las 13:30. El guardia del museo cerró la sesión periodística y las puertas del museo hasta más tarde. Había que almorzar.
Los niños, aunque querían seguir mostrando sus creaciones, debieron seguirlo.

Fuente: "El Mercurio"

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